Los actos involuntarios o reflejos son aquellos que
realizamos sin intervención del cerebro, es decir, que son ajenos a nuestra
consciencia, y, por tanto, a nuestra voluntad. Están controlados por centros de
control secundarios, tales como la médula espinal.
Un ejemplo muy ilustrativo de cómo se produce un acto reflejo lo tienes en lo que sucede cuando te quemas o te pinchas en un dedo: lo retiras antes de que llegues a darte cuenta de lo que sucede.
Esta es la función de estos movimientos reflejos: ser rápidos para evitar mayores problemas.
Un ejemplo muy ilustrativo de cómo se produce un acto reflejo lo tienes en lo que sucede cuando te quemas o te pinchas en un dedo: lo retiras antes de que llegues a darte cuenta de lo que sucede.
Esta es la función de estos movimientos reflejos: ser rápidos para evitar mayores problemas.
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